lunes, 7 de septiembre de 2009

soliloquio I

Tengo que agradecerte algo, le dijo envuelta en sábanas, en la madrugada de un día hábil. El dormía inclinado sobre su cuerpo, así no podía escucharla. Tengo que decirte algo, insistió en la explanada del sol que comenzaba a colarse por la ventana. El dormía, ahora más hacia el otro lado de la cama, dándole la espalda desnuda, plena de sí. Luego sonó el despertador, vino la rutina del baño, del desayuno, unos besos cítricos como de naranja.

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